Politólogo especializado en sistemas de partidos y sistemas electorales, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid, comentarista político y editor de Politikon. El riojano acepta la propuesta de Código Público para ser entrevistado en A Fondo
Ninguna de las cosas que suceden cuando algún personaje reconocido cruza una calle concurrida —esas miradas que señalan, esos comentarios que se hacen a su paso— sucede cuando Pablo Simón (Arnedo, La Rioja, 1985) aparece al fondo de uno de los pasillos de la Universidad Carlos III de Madrid. Camina con el mentón alzado y sacando pecho, de manera decidida, uniforme y rápida. Desprende seguridad de sí mismo, pero también cierto atosigamiento, agobio y prisa. A su frente se abre la puerta de su despacho. Dentro hay muchos libros: la mayoría permanecen ordenados en una estantería gris, aunque algunos quedan sueltos y anárquicos encima de una mesa de escritorio. Otros hasta improvisan un nuevo uso al ser utilizados apilados como soporte para un ordenador portátil. A pesar de demostrar ser un ávido lector, Pablo Simón no tiene un libro favorito. «¿Hay alguien que tenga un solo libro favorito?» —me comenta.
Pregunta: ¿Por qué es importante entender la política?
Respuesta: Hay una frase clásica en este sentido que yo creo que resume muy bien la idea del porqué la política debería interesarnos: «Si no estás en la mesa, eres parte del menú». La política es algo que afecta a nuestro día a día. Tiene un impacto enorme en todo lo que hacemos y en nuestras posibilidades de desarrollarnos; desde lo micro hasta lo macro. No entender la política y, por lo tanto, a raíz de no entenderla, no participar en la política, lo que te convierte es en un ser subalterno. Tus intereses se ven peor representados y tienen más dificultad para incluirse en políticas públicas efectivas.
P: Teniendo en cuenta la nula educación impartida sobre el funcionamiento que tiene nuestro sistema político, ¿cree que son los jóvenes de hoy unos desconocedores de la política?
R: Digamos que la población española es desconocedora de la política si tomas tal noción desde la perspectiva de cuánto saben de política. En un cuestionario básico de política la mayor parte de la población suspendería. Pero eso no significa que a la gente no le interese la política. De hecho, tenemos estudios que apuntan que a raíz, sobre todo, de la crisis de representación del año 2011 en adelante, hemos pasado de que dos de cada diez españoles crean que la política les interesa mucho o bastante a cuatro de cada diez. Lo único es que hemos visto ahora un poco de retroceso en términos del interés por la política, sobre todo en los más jóvenes, después de la pandemia. Ha habido una caída de en torno a quince puntos de interés por la política.
P: ¿A qué puede deberse?
R: Puede que tenga que ver con la situación de crisis sanitaria, y también económica y social, que ha hecho que la gente se repliegue más en lo personal y pase un poco más de lo público. O que simplemente lo que estamos viendo sea una reacción a la polarización y a una situación política muy bronca. O a lo mejor es un efecto derivado de la estigmatización que los propios jóvenes notan que hay de su comportamiento por parte de los políticos.
P: Es decir, que ahora mismo los jóvenes españoles tienen menos interés en la política que hace dos años.
R: Correcto.
P: ¿Cree que existe para ellos un punto medio entre la militancia política y la indiferencia?
R: Sí. Y, de hecho, la mayoría de ellos está en ese punto. La militancia de los jóvenes en los partidos políticos es muy escasa. Normalmente los partidos políticos son organizaciones muy envejecidas. Hay una gran cantidad de jóvenes que es cierto que no se acercan a la política si uno restringe la política al ámbito de lo institucional. Pero si uno expande el foco y considera a la política también interesarse por temas que afectan a sus vidas y que tienen que ver con causas que van desde el feminismo hasta el cambio climático, y por lo tanto a participar a través de otros mecanismos, como redes sociales, asambleas, movimientos sociales; pues ahí vemos que la implicación de los jóvenes es muy superior. Por lo tanto, yo no tendría tampoco una visión tan pesimista respecto a la implicación de los jóvenes en política.
P: En relación con la abstención joven, ¿cree que es importante saber a quién votar?
R: No. El voto no es la única manera de participar políticamente. Es cierto que existe una brecha de participación: los jóvenes se abstienen normalmente mucho más que los adultos. Esto ocurre en todos los lugares del mundo. Y tiene mucho que ver con el momento vital. Cuando tu comienzas a ser adulto y mayor te das cuenta de cómo la política te afecta de manera directa. Cuando eres joven no lo ves tanto. Y esto es lógico que así sea. Pero los jóvenes se caracterizan por ser muy evanescentes.
P: ¿Y eso qué quiere decir?
R: Que, en determinados contextos, la brecha de participación con los adultos se cierra y en otros se abre. Se cierra, por ejemplo, cuando hay elecciones en las que ellos sienten que hay posibilidades de cambio o hay partidos políticos que les pueden representar mejor. En el año 2015 esta brecha de generación se cerró. Se repitieron las elecciones y se amplió. En el año 2019, se amplió. En la repetición de 2019, todavía se amplió más. Hemos vuelto a la brecha convencional.
Pregunta: Sabiendo que los mayores de 55 años son el doble que los menores de 35 en el censo, ¿qué deben hacer los jóvenes para ser escuchados y que se hagan políticas de juventud?
Respuesta: Tejer alianzas. Por una cuestión evidente: los jóvenes tienen una capacidad de influencia en el debate público muy reducida, un peso demográfico y electoral muy escaso; y una serie de problemáticas que si son enmarcadas desde la perspectiva generacional los coloca siempre en la posición de minoría derrotada. Necesitan tratar de remarcar las políticas de juventud desde la figura de que lo importante es que los jóvenes estén bien para que el conjunto del sistema lo esté. Si los jóvenes tienen un buen empleo, esto les permitirá pagar las pensiones de sus mayores. Y, por lo tanto, echarles el lazo para que ellos se impliquen de igual manera.
P: Lo que sí es un hecho es que cada vez hay más jóvenes en el Congreso (Marta Rosique, Lucía Muñoz, José Ángel Alonso, etc.) ¿Cree que ha servido ello como ofrecimiento de nuevos puntos de vista?
R: No necesariamente. Aunque tu tengas una representación descriptiva de los jóvenes, o aunque tu tengas jóvenes en diferentes instituciones, lo importante es que los jóvenes tengan trayectorias diferentes. Vengan de distintos sitios. Que no todos sean de la militancia de un partido, que algunos vengan del mundo asociativo, otros de la empresa. Que puedan plantear diferentes visiones. Es cierto que el Congreso de los Diputados en el año 2015, cuando entraron los nuevos partidos, todos tenían una media de edad muy pequeña. Se ha ido encareciendo y estos ejemplos que me has puesto son más bien episódicos. Es decir, cada año vemos que el Congreso se va haciendo nuevamente mayor.
P: ¿Por qué?
R: Porque lo que tu tienes es una especie de efecto ruptura de la generación. Entra una generación nueva, reemplaza la anterior. La nueva que ha entrado digamos que continúa dentro de las instituciones y esto hace que vayan envejeciendo. Los que entraron con los partidos nuevos hoy tienen siete años más. Por lo tanto, van dejando de ser jóvenes. Y se va generando una situación de acumulación hasta que una nueva generación vuelve a rejuvenecerlo, muchas veces a través de nuevos partidos, y se vuelve a dar la vuelta a la rueda. Pero esto no hace necesariamente que las preocupaciones de los jóvenes estén más representadas. De la misma manera en las que tu puedes tener muchas más mujeres en el Congreso y no necesariamente que eso se traduzca siempre en políticas de mayor equidad o políticas más orientadas a los derechos de las mujeres.
P: ¿Es por ello por lo que no se hacen tantas políticas de juventud en España?
R: Hay diferentes razones para esto. Los jóvenes son pocos, votan a veces sí y otras veces no. En términos de influencia en el debate público tienen una capacidad muy reducida. Por un lado, tenemos a diez millones de pensionistas que votan todos y lo hacen en función de una sola cosa, que es la pensión. Por el otro, diez millones de jóvenes de los que solo votan dos terceras partes, como mucho, y lo hacen en función de muchas cosas diferentes. Eso termina haciendo que sus esfuerzos se diluyan. Entonces es normal que haya un sesgo de edad en cuanto a las políticas. En las crisis lo primero que se hace es recortar las partidas de juventud y lo último las pensiones. Y cuando llegan las bonanzas, lo primero que se empieza a aumentar son las pensiones y lo que crece más lentamente son las partidas de juventud.
Pablo Simón se siente bien consigo mismo. Es complicado hacerle una interrogación que no haya respondido en otro momento. Le pregunto por su opinión acerca del bono cultural para jóvenes: «Hubiera preferido que se centrasen más en la oferta que la demanda. Es decir: el problema que tienen nuestros creadores culturales no es la falta de jóvenes que asistan a sus espectáculos, porque lo hacen. Si no, por ejemplo, la precariedad en el sector» —responde haciendo mención al estatuto del artista, que lleva tres años sin terminar de aprobarse. Para un entrevistador principiante puede ser desconcertante tener de frente al politólogo. Mientras responde a las preguntas hace uso de su ordenador, cruza los brazos, mira extrañado a la cámara, suspira. Pero es de justicia mencionar que cuando Pablo Simón habla pocas cosas se puede hacer más que abrir las orejas y escuchar pasivamente.
Pregunta: Le quisiera preguntar sobre el auge de los populismos en España. ¿Han sido los jóvenes un pilar para que partidos políticos con discursos falaces consigan mayor fuerza?
Respuesta: [Suspira] ¿Qué es un partido populista, según tu pregunta?
P: Un partido que utiliza argumentos populistas.
R: En España, ¿de qué partido hablas? ¿O partidos?
P: Le puedo decir…
R: [Interrumpe, con seriedad] Yo te planteo la pregunta porque esto de populismo es algo muy etéreo. Entonces, si me la aterrizas y me dices «me refiero a…»
P: La reformulo.
R: Hecho.
P: ¿Piensa que es más fácil caer en argumentos populistas cuando se es joven?
R: [Suspira nuevamente] Es que, de nuevo, el populismo es una estrategia política que lo que busca es identificar al líder con el pueblo y las élites con los oligarcas corruptos, etcétera. Y las estrategias populistas son estrategias que las emplean diferentes partidos en diferentes momentos. Yo creo que la gente joven tiende a votar sobre todo a nuevos partidos. Y eso está muy vinculado también con las preocupaciones generacionales. Y con que los jóvenes tienden a votar por partidos que no son clásicos y esto hace que, por ejemplo, puedan votar en mayor proporción a Esquerra Republicana, a Más País, a Vox o a Podemos. Por tanto, yo creo que la explicación no es el discurso de los partidos, sino en la oferta política que a ellos les resulta interesante.
P: Existe cierto debate entre si deberíamos votar a partir de los dieciséis años en lugar de los dieciocho. ¿Qué opinión tiene al respecto?
R: No tengo una opinión fuerte ni en un sentido ni en otro. La evidencia empírica que tenemos es que la mayoría de los jóvenes entre dieciséis y dieciocho votan muy parecido a cuando están entre los dieciocho y los veinte. Es decir, eso de que pueden no estar capacitados para votar porque son bastante jóvenes no es verdad. E igualmente se van a abstener en una proporción bastante parecida a la que se abstienen los de dieciocho y veinte. Lo que ocurre es que la generación que fue la primera en votar con dieciséis años votó mucho, según vimos en Austria. Porque fue la primera que pudo hacerlo y eso les motivó, pero luego ya cuando es un derecho adquirido y van entrando nuevos jóvenes en el sistema se abstienen de manera parecida.
Plantear que nuestros padres vivían mejor que nosotros es una falacia fácilmente demostrable
Pregunta: La tasa española de paro juvenil supera, dramáticamente, el doble de las del conjunto de nuestros socios europeos. Se nos pide que vayamos a la universidad, pero incluso yendo nos encontramos sin empleo. ¿Cuánta de culpa tiene nuestra clase política en esto?
Respuesta: Tenemos un problema y es que ningún gobierno en cuarenta años de democracia ha sido capaz de arreglar nuestro mercado laboral. Esta es una de las instituciones más terribles que tenemos en España, funciona muy deficientemente. Penaliza mucho a jóvenes, mujeres, inmigrantes y desempleados de más de cincuenta años. Y eso no se ha sabido resolver por parte de nuestros responsables públicos. Ha generado una inercia y un modelo por el que seguimos esperando soluciones. Desde luego los jóvenes no tienen ninguna responsabilidad, porque ellos han hecho lo que se les pidió que hicieran. Y el sistema ya estaba puesto cuando ellos llegaron. Es decir: ellos solamente han podido asumir las reglas del juego.
P: ¿Hasta qué punto es cierto eso de que los jóvenes de hoy vamos a vivir peor que nuestros padres?
R: Aquí hay que distinguir dos cosas. De un lado está la cuestión de si los jóvenes de hoy viven mejor o peor que sus padres cuando eran jóvenes. Y la respuesta es que los jóvenes de hoy viven mejor, por razones evidentes. La sociedad hoy es más rica que hace cuarenta años: se tiene más capital cultural, educativo y físico. Plantear que nuestros padres vivían mejor que nosotros es una falacia fácilmente demostrable. En la progresión de vida es donde podemos encontrar un cambio importante entre la generación actual de jóvenes —especialmente millennials, late millennials y centennials— respecto a los baby boomers. Estos últimos se aprovecharon de un proceso de cambio social y estructural muy profundo en España en el que había una modernización de la economía, donde incluso sin tener mucha formación conseguían empleo rápido. Nosotros somos jóvenes con un contexto de dos crisis económicas seguidas.
P: ¿Cómo nos ha afectado?
Estar desempleado, no tener formación o tener una situación de parálisis del mercado laboral durante los años más productivos de tu vida te deja una cicatriz que se arrastra como generación. Eso es exactamente lo que está sucediendo ahora. Se estima que los jóvenes de ahora cobran un 7.4% menos de lo que cobrarían los jóvenes de hace 15 años. La diferencia entre tu y yo [apelándome] es que tu, por el momento en el que estás entrando en el mercado de trabajo, es posible que vayas a cobrar toda tu vida menos que yo. Lo que esto genera es una proyección de progresión mucha menor de la que han tenido otras generaciones. Si tu tienes una visión pesimista del futuro, esto lo que hace es que estés descontento.
Pregunta: ¿Qué perspectivas hay para el desarrollo del futuro de la democracia?
Respuesta: Algo que sabemos seguro es que el optimismo democrático no tiene fundamento alguno. Y que este sueño a partir de los noventa en el que la democracia liberal representativa iba a ser el único juego que iba a seguirse en todos los países no tiene razón de ser. Estamos viendo retrocesos autoritarios en todo el mundo, incluso dentro de las fronteras de la Unión Europea; en Polonia y Hungría por poner dos ejemplos. Y esto es una lógica que no tiene porqué detenerse. No vemos tampoco especial flujo de transiciones hacia la democracia. Y China está demostrando que el capitalismo y un sistema autoritario son perfectamente compatibles. Que se puede hablar de economía de mercado sin que necesariamente haya derechos sociales o políticos para la población.
P: ¿Qué destino le espera?
R: La democracia está en un entorno en el que va a tener que aprender a coexistir con otros sistemas de carácter autoritario que van a continuar existiendo. Y va a tener que afrontar más amenazas, sobre todo interiores, respecto al auge de partidos políticos que consideran que la democracia es algo coyuntural en función de los rendimientos que da.
P: ¿Extrapolable a España?
R: Ningún país está a salvo. Tampoco el nuestro.
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