Un grupo de estudiantes de la Universidad Carlos III de Madrid presentaron ayer en la residencia Fernando de los Ríos un ejemplar que recopila los poemas que han escrito después de reunirse semanalmente y de noche en la misma habitación
Pudiera alguno pensar que las residencias universitarias son solamente recepciones de jóvenes sedientos de fiesta. Que de madrugada sus habitaciones desprenden designios insoportables de adolescentes eufóricos por la luna. O que los libros solo se tocan en horario académico. Pero en la residencia Fernando de los Ríos, de la Universidad Carlos III de Madrid, esto se desmiente todas las semanas. Un grupo de alumnos se reúne los martes por la noche en la habitación 322 con el exclusivo fin de leer la poesía que han escrito. Y ahora publican una antología poética donde reúnen sus mejores versos.
Los fragmentos de la colmena
El salón de actos de la residencia Fernando de los Ríos se prepara para la presentación de «Leyendas de un panal». El título proviene de La colmena, nombre con el que estos jóvenes autodenominan al grupo. Una idea que tiene varios años y que se ha ido traspasando de estudiantes a estudiantes. En la actualidad son 22 integrantes, de los que muchos llenan la ya mencionada habitación 322 desde las diez de la noche hasta altas horas de la madrugada. El suelo del salón está lleno de libros que han traído ellos mismos de sus habitaciones. Al lado también lucen paquetes de tabacos; siguiendo así la doctrina de Ventura Ruiz Aguilera y su «Diciendo está el cigarro / lo que es la vida / fuego de unos instantes / humo y ceniza».
El evento parece llevarles cierto tiempo de preparación. Ensayan en un pequeño parque frente a las localizaciones de la UC3M en Getafe, para no molestar a los compañeros que todavía estudian en la biblioteca de la residencia. Entre versos palmean las canciones del rapero C. Tangana, aunque también alguna otra de Jarabe de Palo, a la vista de todos los demás. Pero estos jóvenes no se dejan llevar por las aspiraciones banales y son también el alma de Antonio Machado y García Lorca. Desbordan referencias artísticas propias de los mejores gustos humanísticos.
Jóvenes sedientos de poesía
Cecilia Legazpi, una asturiana de 18 años que estudia periodismo, todavía no sabe qué poema va a leer. Le acaba de tocar, por sorteo, ser la primera en recitar. No hay espacio temporal para las lecturas de todos, aunque quisieran, por lo que solo leerán quienes el azar elija. Hay ánimos de festividad. «Este creo que nunca lo he leído en voz alta», comenta Cecilia a Manel Gómez; él es el encargado de escribir el prólogo de esta publicación, en el que hace alusiones al resto de compañeros: «Solo vosotros tenéis el privilegio de saber todo lo que este libro implica. Esto es la felicidad, no lo olvidéis nunca».
A las 20:00 horas el salón de actos se llena de aproximadamente cincuenta jóvenes sedientos de poesía. Las luces son tenues y provienen de las propias lámparas de las habitaciones de los residentes. Los escritores comienzan a presentarse en un ambiente informal y desenfadado. Hilo que continúa, para «romper el hielo», con el sonar de aquellas palmas de C. Tangana que una hora antes repiqueteaban en forma de ensayo en el parque de al lado.
En los ojos del mar
Al comenzar a recitar poesía el silencio reina entre las paredes blancas del salón de actos, para acabar desembocando en los aplausos de aquellos que previamente han estado escuchando con lealtad. La imagen de casi setenta jóvenes reunidos a través de la poesía parece religiosa, digna de análisis; como un cuadro merecedor de exposición cuando se acuse a la juventud de escéptica, indiferente, apática, insensible o despreocupada.
El ecuador de la presentación llega a través de Adrián Masa, quien, para recitar un poema a su abuela, hace diversas referencias al realismo mágico de Gabriel García Márquez. «Su muerte en los ojos del mar» —así se titula el poema— se siente entre el público como un pequeño pinchazo en el pecho. «Despierto en su destello verde y profundo / te has ido / también el humo / las palabras y la noche. Me quedo solo / sin tus ojos / sin tu muerte o tu vida. Sin tus ojos / yo ya no puedo / oír el mar».
La habitación 322
Los veintidós miembros de «La colmena» se despiden cantando los versos de Joaquín Sabina. Las guitarras acompañan entre las ya percibidas con normalidad luces tenues. No saben que sus palabras permanecerán dando tumbos entre las paredes de este salón de actos. Ni que que sus poemas seguirán marcando el sentido de la habitación 322 en la que se reúnen cada martes por la noche. Ellos y ellas son el futuro del país de Bécquer y Rosalía de Castro.
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