A propósito de la selectividad 

TA ofrece una reflexión del joven teldense Julio César Ruiz Aguilar, estudiante de Periodismo en la UC3M que ejerce la profesión en distintos medios de comunicación

Este mes de junio estará en parte caracterizado por el desarrollo de la selectividad. Lo que ha hecho que se revivan distintos debates, como el de las diferencias de nivel entre comunidades autónomas o el de la utilidad que tiene la propia prueba

Las diferencias entre comunidades autónomas

Desde que hice la selectividad hace justamente un año no ha dejado de existir el mismo ávido debate: el de las diferencias de dificultad entre los exámenes de la EBAU en las distintas comunidades autónomas. Claro que en realidad hallamos un problema cuando se establecen criterios de evaluación tan dispares. Especialmente cuando la nota final de selectividad te permite acceder a cualquier universidad del territorio nacional.

Sin embargo, el debate con relación a esta cuestión suele fundamentarse erróneamente en hablar de «niveles o dificultades». Y, aun siendo esto totalmente lícito, la conversación suele desembocar en dar a entender que en varias comunidades autónomas el examen es mucho más fácil que en otras. Además de falso, esto último hace que la discusión sea totalmente perenne: la disputa debería recaer en los motivos por los cuales no se establecen los mismos criterios de evaluación en todo el país. Pero ello requeriría pensar un poco más allá,levantar las desigualdades y educar desde el seno de la paridad. Algo que a priori parece mucho más complejo que la simple protesta banal.

Los canarios y los teldenses sabemos muy bien de qué trata esto. Allá en la península muchos nos achacan que nuestro examen es cómodo, sin tener la capacidad de razonar y ver que en realidad se estudia lo mismo, se escribe lo mismo, pero se presenta diferente. No diré más: sepan todos que los canarios vamos a la universidad en muchos casos más preparados que nuestros compañeros. En materias como Historia de España, por ejemplo, nuestro temario comienza en el Paleolítico, mientras que en otras comunidades autónomas se comienza a estudiar en el siglo dieciocho.

La selectividad sí que sirve

Otro debate revivido durante estas semanas es aquel que pone en duda el proceso examinador de la selectividad. O que directamente aboga por la eliminación de esta. Mientras tanto, son diversos los intelectuales que defienden un control más férreo que limite el número de universitarios que hay en nuestro país. Cabe preguntarse algo: ¿sobramos los universitarios? La realidad es que en España hace tiempo que la universidad se dejó de ver como un escalón alto y difícil de pisar. Las nuevas generaciones hemos alzado la bandera en ese sentido; siendo, en muchos casos, los primeros de nuestras familias en alcanzar la educación superior.

En cualquier caso, no debería ser esto un problema, sino una muestra de orgullo. Es más que probable que necesitemos criticar nuestro sistema educativo, y comparar el grueso que tiene en otros países la formación profesional con el nuestro. Merece la pena darse cuenta de que en realidad los universitarios no sobramos. Nuestro mercado laboral no es capaz de absorbernos —así lo demuestra la tasa de paro de universitarios españoles, que es el doble que la de nuestros homólogos europeos— no porque seamos muchos, sino porque el modelo económico que hemos aceptado no nos quiere. Los jóvenes hemos hecho lo que se nos pidió que hiciéramos: estudiar, formarnos, saber idiomas. Y el sistema ya estaba puesto cuando llegamos. Solamente hemos podido asumir las reglas del juego. Y, en muchos casos, hacer la maleta.

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